Dentro del informe anual de 2015 de la Fundación Anar se señala que los casos de acoso y ciberacoso atendidos en el estado crecieron un 75% frente al año anterior, pasando de 328 a 573 casos.
Las notificaciones recibidas por esta asociación referidas a acoso muestran porcentajes similares entre varones y mujeres, mientras que en el caso del ciberacoso un 70% de las víctimas son mujeres.
El secreto sobre su ocurrencia es predominante en estos casos, y así el 31% de los menores que sufre acoso reconoce no habérselo contado a sus padres. En el mismo informe se relata que mientras los chicos varones son acosados por iguales varones que van en grupo, las chicas son victimizadas en más ocasiones por grupos de chicas de iguales, grupos de chicos y varones solos.
Los datos referidos a Castilla-La Mancha muestran estadísticas similares a los datos nacionales. Solo en el primer semestre de 2016 el Teléfono de Atención al Menor había tenido conocimiento de 52 situaciones.
El estudio de Serrano e Iborra (2005) publicado por el Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia señalaba algunas características significativas del acoso escolar:
- Existe un mayor número de agresores que de víctimas.
- La mayor incidencia se da en los primeros años de Educación Secundaria (entre los 12 y 14 años).
- Los varones cometen más agresiones de tipo físico y verbal, mientras entre las chicas predomina la exclusión y la intimidación psicológica
El primer autor que consiguió que la comunidad científica centrara su atención en el bullying fue el catedrático de la Universidad de Bergen Dan Olweus, que con su libro de 1993 ”Conductas de acoso y amenaza entre escolares” señaló las principales características de este fenómeno y definió con claridad la dinámica y protagonistas que lo definen.
Ya en esta primera publicación se definía un agente que no está presente en otros tipos de violencia pero que en el caso del bullying toma especial protagonismo: el espectador o testigo.
Este protagonista del acoso escolar es prácticamente exclusivo de este tipo de violencia, ya que mientras otras victimizaciones (abuso sexual, moobing laboral, maltrato familiar, etc.) se basan en el secreto para su perpetuación, en el caso que nos ocupa es la publicidad, la visibilidad la que facilita la dinámica.
Posteriormente, Salmivalli (1999) establece diferencias dentro de este grupo de testigos, distinguiendo entre ayudantes, animadores y defensores de la víctima.
El espectador no sale indemne tampoco de la dinámica del bulliyng, los menores que adoptan este papel suelen desarrollar una serie de síntomas que son negativos para su desarrollo, como son miedo, sumisión, pérdida de la empatía, insolidaridad y desensibilización ante el sufrimiento ajeno. Además se puede producir un sentimiento de culpabilidad que se compensa mediante pensamientos que convierten a la víctima en merecedora de la agresión (algo habrá hecho, se lo merece,…) y llevan a la interiorización de conductas antisociales y delictivas, que se pueden activar posteriormente para conseguir otro tipo de objetivos.
Se ha observado cómo este tipo de síntomas no suelen remitir de forma espontánea y se perpetúan a largo plazo.
La existencia de esta figura supone tanto un reto como una oportunidad para afrontar la dinámica del bullying. Es necesario que los menores se sitúen de forma mayoritaria al lado de las víctimas y no como testigos o seguidores de los agresores.
Para ello es imprescindible conseguir que la imagen del menor que notifica, cuenta, refiere una situación de bulliyng sea valorada desde la comunidad de forma positiva, que se elimine la etiqueta de “chivato” que en muchas ocasiones es otorgada al menor que rompe la ley del silencio que rodea a la mayoría de las situaciones de maltrato escolar.
Mientras no consigamos que los defensores de las víctimas sean mayoría respecto a los animadores y ayudantes de las víctimas, las situaciones de acoso se perpetuarán en los centros educativos. Nadie debe olvidar que en estas circunstancias #TúCuentas.
Bibliografía
Fundacíón ANAR, Informe 2015. Consultado en http://www.anar.org/wp-content/uploads/2016/06/Informe-Anual-2015-Tel%C3...
Olweus, D. Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Madrid, Morata, 1998.
Salmivalli, C. (1999). “Participant role approach to school bullying: Implications for interventions.” Journal of Adolescence, 22,453-459.
Serrano, A; Iborra, I. Violencia entre compañeros en la escuela, Estudio 2005. Centro Valencia, Reina Sofía para el estudio de la violencia, 2005.