La analogía, como recurso para la divulgación de la ciencia, facilita la comprensión o entendimiento de conceptos complejos.
En otros casos, como el que presentamos en este artículo, facilita el recuerdo y la generalización, es decir, la capacidad de lo aprendido de ser transferido a otras experiencias posibilitando nuevos aprendizajes. Además, el uso de la analogía, permite la utilización de un lenguaje más rico y ameno. Seguidamente presentamos un buen ejemplo de esta utilización con la intención de establecer relaciones entre el proceso de la metamorfosis y el trabajo en paleontología, lo que hemos venido a denominar “metamorfosis del conocimiento”.
Por metamorfosis entendemos la transformación que experimentan determinados animales en su desarrollo biológico, afectando no solo a su forma, sino también a sus funciones y su manera de relacionarse con su entorno. Y aunque se puede observar en los equinodermos, crustáceos y anfibios, es sorprendente en los insectos, con sus estados de larva, crisálida y mariposa. Nos apropiamos de este concepto y lo aplicaremos al desarrollo de una disciplina de la ciencia, la paleontología.
La Larva
Millones de años fueron escondiendo un tesoro bajo la tierra, capa a capa, sedimento tras sedimento. Una historia, un relato de vida pasada, de vida dormida siglo a siglo, era a era, esperando un acontecimiento de azar, una mirada inteligente, un descubrimiento, que esa capaz de abrir tierras, arañar polvos y barros a golpe de cincel y cepillo, y tiempo, mucho tiempo, tumbados, arrastrados, como gusanos entretenidos. ¡Eureka! ¡Un diente, un bivalvo, una vértebra… un tesoro!
Días de sol, de aire y frío, de tormentas de verano, de silencios rotos por la chicharras, o por el golpe de los martillos. Un grito de entusiasmo, silencio de martillos y carreras. ¿A ver qué ha salido? ¿Qué asoma entre las calizas laminadas? Parece algo grande, temido. Un rey en el humedal, dormido durante 125 millones de años, y ahora despertado.
Una vez hallado, o extraído el tesoro, la pieza, conviene guardarla, protegerla de un medio ambiente hostil.
Sabemos que tenemos algo valioso. Comienza la fase de la crisálida.
La Crisálida
Igual que la larva rodea su cuerpo blando con un fino caparazón, el paleontólogo envuelve las piezas tras una primera consolidación en campo. Tras una primera piel de papel japón, se asientan en cajas, o se acompañan de esqueletos de hierro, si son grandes y necesario para un transporte fácil. Todo ello envuelto en una espuma que una vez seca y dura vuelve a dejar la pieza dormida, escondida a la luz, al agua, al tiempo. Esperando, de nuevo, su transformación.
La crisálida permanece en los fondos de museos y almacenes, como patrimonio escondido, imperfecto. Sabemos que tenemos un tesoro, pero ¿es oro, plata o plomo?
Lo mismo que la larva inicia sus cambios dentro de su cápsula, así comienza una serie de trabajos en los laboratorios. Una vez abierto el sarcófago, vibroincisores, ácidos, resinas y con gran esfuerzo, estudio y cuidado, se va separando el fósil de las impurezas que le acompañan. Para consolidar la pieza y que ésta se aproxime lo máximo posible a lo que un día fue, y cómo fue. Tras esta fase sólo queda conquistar el todo.
La Mariposa
Ya preparada la pieza, ésta despierta, despliega sus alas llenas de información, de imágenes, de réplicas obtenidas a partir de sus partes.
Son las hojas de los libros donde se cuenta su historia, ya comprendida, las alas que revolotean en las salas de las bibliotecas y museos.
El susurro que nos muestra qué ser vivo dejó, allí enterrado, hace millones de años, sus huesos, y antes, sus pasos, su paisaje lejano, su historia.
La analogía, como ésta que acabamos de presentar como ejemplo o aplicación, yendo dirigida a la comprensión del proceso de conocimiento en la paleontología, facilita la capacidad de los oyentes o educandos para realizar relaciones cognitivas. Ello facilitará procesos de asimilación y acomodación, al tiempo que mejora la capacidad de recordar lo aprendido y la posibilidad de generar transferencias. Luego aprendizajes significativos.