La crisis de la adolescencia y su incidencia en los centros educativos

Daniel Rodríguez Arenas, tercero por la derecha, en la jornada de Consejería Abierta.

A lo largo de estas líneas, intentamos iniciar una reflexión, un espacio de intercambio de conocimientos y experiencias en torno a “nuestros adolescentes”, los del siglo XXI. El Fórum de Castilla-La Mancha, entre los objetivos del curso 2017-2018, nos planteamos abordar esta crisis y su incidencia en los centros educativos.

El debate y la reflexión lo iniciamos en Consejería Abierta (Consejería de Educación, Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha) el pasado 13 de marzo en Toledo con la intención de abordar los siguientes objetivos:

  • Identificar las causas de la llamada crisis de la adolescencia.
  • Conocer las consecuencias de esta crisis en su vida personal, social, familiar y escolar.
  • Compartir conocimiento sobre la realidad que viven día a día nuestros adolescentes en diferentes contextos de socialización.
  • Promover, en el medio y largo plazo, intercambios de experiencias, programas, innovaciones e investigaciones que nos ayuden a abordar de una manera ecológica e interdisciplinar los problemas del día a día de nuestros adolescentes.

Este debate, análisis y la reflexión posterior no ha conducido a la organización de una Jornada “Creando escuela: nuevos estilos de vida”, celebrada el 4 de abril en la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de Cuenca (UCLM); y la Jornada-Forum sobre “Acoso entre iguales”, que tuvo lugar el 4 de mayo en IES Julio Verne de Bargas. Estas iniciativas nos ha permito, además de contactar con diferentes profesionales (profesores, médicos de familia, sociólogos, psicólogos, orientadores escolares, profesores universitarios, educadores sociales...) que trabajan en el ámbito educativo, social, comunitario y sanitario, conocer las perspectivas desde la que se analiza y vive el problema. Nos quedamos otras muchas: los propios adolescentes, sus familias, las políticas…

Podríamos haber puesto muchos títulos a esta reflexión. Títulos como: ¡Adolescencia interminable, el oficio de estudiante, la salud mental y adolescencia, los nuevos “ínfluens” de los adolescentes, los adolescentes y los valores socialmente aceptados, crisis de la psique y el cuerpo, la adolescencia no es una enfermedad,  adolescentes y malos hábitos, adolescencia distraída, adolescencia malhumorada, deprimida, adolescentes y globalización, participación social de los adolescentes, adolescentes ricos y pobres, soledades adolescentes, adolescente: crisis necesaria, adolescencia: época de cambios, adolescencia: época de oportunidades,…”

Sin embargo, simplemente hemos querido enunciar esta participación en Consejería Abierta con el título: “Las crisis de la adolescencia y su influjo en la escuela”, porque consideramos que la adolescencia es un hecho social, en referencia a otros hechos sociales que nos rodean y nos preocupan y, por tanto, importa mucho abordar este hecho en todas sus facetas.

1. Contextos generales.

La adolescencia y las múltiples manifestaciones de sus crisis es una constante en las sociedades postindustriales, de la misma manera que en las sociedades industriales la preocupación se centró en la primera infancia de los hijos de los trabajadores. Estas preocupaciones en las sociedades industriales dieron lugar a la proliferaron las instituciones encargadas de la atención educativa de los menores, aunque hubieron de pasar muchos decenios para que esta preocupación abarcara a toda la población infantil.

De alguna manera, lo mismo sucede en el momento actual, el reparto no equitativo del progreso tiene consecuencias alarmantes en los más de 1200 millones de adolescentes de todo el mundo.

"Las desventajas ligadas a la pobreza, la condición social, el género o la discapacidad impiden a millones de adolescentes el cumplimiento de sus derechos a una educación de calidad, a la salud, la protección y la participación" (UNICEF, 2012)

Por los datos que conocemos, la preocupación por la crisis adolescente se percibe especialmente en los entornos familiares y escolares de las sociedades desarrolladas y, en menor medida en otras instancias sociales, que en muchos casos ven a los adolescentes como sujetos de recibir servicios de ocio, salud física y mental y servicios comerciales, o como intervalos de una estadística general referida al paro, vivienda, participación, bienestar.

Igualmente, percibimos que, en las sociedades postindustriales y tecnológicas desarrolladas, especialmente al inicio de siglo XXI, más que una verdadera preocupación por la adolescencia y su educación parece tenerse un interés por la dotación de una amplia provisión de servicios y recursos educativos, sociales, deportivos, culturales, de ocio, de salud, …, que en muchos casos se constituyen en negocios rentables para las compañías proveedoras de los mismos. Desde la expansión del márketing y la publicidad, la adolescencia ha sido un sector de la población “diana” para este tipo de campañas en las sociedades desarrolladas. Con la expansión de internet y los dispositivos tecnológicos, especialmente, Smartphone y la proliferación de las aplicaciones de redes sociales, los adolescentes (y menores) son sometidos sin el control parental y social suficiente a este tipo de influjos.  “Influencer” y marketing con demasiada frecuenta vienen dados de la mano. Actualmente, estamos conociendo cómo estas grandes compañías de servicios de internet tienen grandes intereses comerciales sin importarles los principios elementales de la ética. ¿Qué valores, qué jerarquía de valores transmiten estos “influencer” que operan casi al margen de la supervisión parental?

En este contexto, las familias dedican mayores esfuerzos y preocupaciones en los tradicionales entornos de influencia de los adolescentes (escuelas, institutos, organizaciones religiosas y políticas) que en los nuevos entornos de influencia. Una familia gasta de media un mayor tiempo, energía y recursos para elegir un buen colegio que para determinar el uso que dará a su Smartphone de su hijo de 12 años.

Por otro lado, la escolarización obligatoria se ha prolongado hasta los 16 e incluso 18 años, en algunos países de nuestro entorno, no solo para garantizar el derecho fundamental a la educación, con el consiguiente logro social de este hecho, sino también para adecuar esta obligatoriedad a las necesidades del nuevo mercado postindustrial y tecnológico. Este retraso en la edad de incorporación a la vida adulta puede estar causando posiblemente un retraso en los desarrollos madurativos de los adolescentes (autonomía personal y socio-económica) que nos llevan a hablar de adolescentes “eternos” (HealthyChildren.org, 2015) que alargan este periodo inicialmente de origen biológico hasta la edad de 24 años, según los últimas aportaciones  de las sociedades de psicología internacional (Silver, 2018).

Jornada-Forum sobre "Acoso entre iguales" celebrada el pasado 4 de mayo.

2. Algunos datos sobre la adolescencia.

Puesto que la adolescencia la podríamos definir como la construcción sociocultural de la transición entre la infancia y la vida adulta. La distancia entre la maduración biológico y la maduración psico-social es aún mayor en el momento actual por las propias demandas sociales y laborales de las sociedades en las que se desenvuelven.

Algunos datos generales para la reflexión: La adolescencia es esa etapa de la vida que abarca desde los 8-10 años hasta los 24 años, según estas últimas aportaciones de las asociaciones internacionales de psicología, en referencia solo a países desarrollados (Silver, 2018).

Otro dato de interés, 1 de cada 4 personas en el mundo es un adolescente; sin embargo, el 90% de ellos viven en países pobres o en vías de desarrollo (este asunto no lo abordaremos hoy, pero realmente es apasionante). ¡Uno de cada cuatro adolescentes viven en países pobres! Podemos afirmar que la mayoría de nuestros adolescentes en nuestro planeta son pobres.

Este dato nos lleva a pensar que, que cuando hablamos y pensamos en los adolescentes sólo hablamos de los adolescentes ricos, porque el 90% de ellos viven en países en pobres o en vías de desarrollo, por lo que el conocimiento que tenemos de ellos está completamente sesgado por las sociedades postindustriales y los países más desarrollados económicamente (Ferrer, 2018). Podríamos afirmar que ignoramos más cosas de ellos que las que conocemos a nivel mundial.

Según afirman Sinc y Allen, investigadores de la Universidad de Oregón en EEUU: “La adolescencia es un período en el que las inversiones en salud, educación y bienestar pueden amortizarse durante el resto de la vida”, (Ferrer, 2018).

Pero, “para invertir en ellos con eficacia necesitamos aplicar todo lo que los científicos saben sobre el cerebro y el comportamiento adolescente”, y, además, es imprescindible contar con la experiencia acumulada por los profesionales que trabajan a pie de adolescente. Sin embargo, la tarea no es tan fácil.

¡Hablemos pues de los adolescentes en sociedades ricas (o de nuevos ricos)!

La educación obligatoria, siendo un avance indiscutible en el desarrollo educativo de nuestras sociedades avanzadas, sin embargo, ha cambiado el papel de los adolescentes en estas sociedades. Si en las sociedades preindustriales la pubertad terminaba con el matrimonio y la adultez social y laboral, ahora los más jóvenes son una inversión familiar a más largo plazo, en lugar de colaborar con las tareas domésticas o el trabajo.

Por otro lado, este dato general conviene analizarlo un poco más: en los países desarrollados, la educación obligatoria solo representa el 18% del tiempo de dedicación semanal del adolescente, frente al 80% del tiempo semanal restante que el adolescente lo pasa en otros contextos no formales e informales, como son la familia, la pandilla de amigos, actividades deportivas, actividades extraescolares, mundos virtuales y redes mal llamadas sociales, entre otros.

Sin embargo, la mejor radiografía de la adolescencia en nuestras sociedades desarrolladas es la que viene definida por un mundo de pantallas donde se consumen múltiples contenidos culturales nada sólidos, como son los propios de la escuela y sus antepasados. Y donde la convivencia entre estos contenidos y los líquidos digitales aún está lejos de conciliarse. En este sentido, las palabras del maestro Bauman (2013) resuenan con fuerza: “Cuando el mundo se encuentra en constante cambio, la educación debería ser lo bastante rápida para agregarse a este. Estamos ante la educación líquida”.

3. Las crisis y su etiquetado.

A pesar de estos datos generales, con demasiada frecuencia, los problemas más comunes de los adolescentes son tildados como “escolares”.  Pareciera como si las denominadas crisis pre y adolescentes se pretendieran encapsular (Chozas, 2018) como problemas puramente escolares (fracaso escolar, violencia escolar, acoso escolar, soledad escolar, abandono escolar…), cuando sabemos que sus casusas se encuentran claramente definidas en todos los contextos en los que se desenvuelven, no exclusivamente en el contexto escolar.

Tales contextos son los que Coombs a finales de los años 60 (Homs, 2001) denominaría ámbitos de la educación formal, no formal e informal en su famoso libro “La crisis mundial de la educación”. Siendo los ámbitos no formales e informales los que ocupan el porcentaje mayor de dedicación de los adolescentes en la actualidad por lo datos consignados en el apartado anterior.

Así pues, los influjos sobre el comportamiento de los adolescentes de estos otros contextos no escolares adquieren una gran relevancia que conviene reflexionar y dedicar tiempo a su conocimiento para poder “invertir con eficacia en adolescencia”.

A las sociedades gerenciales que, frente a problemas sociales, responden con burocracia, el acoso entre iguales (como el abandono o el fracaso, entre otros), les interesa en tanto en cuanto se puedan "protocolarizar", "culpabilizar" y, llevándolo al extremo, "mencantilizar". Debido fundamentalmente a una mentalidad predominantemente individualista, donde lo social se cauteriza con burocracia y protocolos. "Este proceso educativo tiene dos aspectos: uno psicológico y otro social, y ninguno de ellos puede subordinarse al otro o descuidarse sin producir malas consecuencias (...).  Los aspectos psicológico y social están relacionados orgánicamente" (Dewey, La escuela y el progreso social, 1915).

Público asistente a la Consejería Abierta titulada "La crisis de la adolescencia y su influjo en la escuela".

4. La escuela parte de la solución a la crisis.

Por todo ello la escuela, no puede encontrarse sola. La escuela necesita aliados, no enemigos, nos recordaba nuestro presidente nacional del Fórum ( (Fernández, 2018) en el nº1 de la Revista OGE del año 2018.  Y si queremos abordar los problemas con los que nos encontramos necesitamos el concierto de toda la sociedad, porque según afirmaba Dewey “la escuela es simplemente aquella forma de vida colectiva en la que están concentrados todos los medios que serán más efectivos para llevar al niño a participar de los recursos heredados de la raza y a hacer uso de sus propias capacidades para asumir los objetivos sociales”. Ya que “la escuela, históricamente, ha sido un espacio de tránsito entre la familia y la sociedad y el mundo del trabajo” (Sebarroja, 1996).

La violencia entre iguales es una de las muchas realidades que viven nuestros adolescentes en todos sus contextos: sociales, personales, virtuales, mass media y, también como no, escolares... La tarea preventiva y educativa que los centros pueden realizar está condiciona grandemente por los otros contextos en los que el adolescente se desenvuelve (reales y virtuales). Sin una verdadera "comunidad" de aprendizaje, los centros escolares (y las familias) experimentan su soledad ante una realidad que es claramente social y que tiene manifestaciones escolares y psicológicas graves, porque la escuela es el lugar donde los adolescentes pasan una gran parte de su tiempo en comunidad y ésta necesita que la sociedad la apoye en esta gran tarea.

La escuela es un espacio imprescindible para el desarrollo de actitudes y valores pro-sociales, pero necesitamos el concierto del resto de agentes sociales. Los protocolos son solo una manera "gerencial" de abordar problemas complejos. Tales problemas nos indican el camino para encontrar juntos las fórmulas para el desarrollo de los valores básicos de la educación y el desarrollo de las sociedades verdaderamente pacíficas y fundamentas en los valores democráticas.

Porque como decía hace más de un siglo J. Dewey: “La escuela es, primero, una institución social. Como la educación es un proceso social” (Dewey, 1915) en el que intervienen muchos agentes y se contemplan muchas dimensiones (social, económica, política y ética).

Lo escolar es solo una parte (muy importante) del gran puzle llamado EDUCACIÓN. Y para el adolescente, si echamos la mirada a su desarrollo biológico, psicológico y social, la influencia de los factores externos va en aumento hasta logar lo que Kohlberg denominaría estadio del desarrollo moral post-convencional (Ramírez, 2004).

La falta de valores sociales, la soledad adolescente, los contextos competitivos, la falta de autoestima, las plataformas digitales sin control y mediación adulta, el abandono o la sobreprotección familiar, el acceso fácil a sustancias tóxicas, la falta de educación afectivo sexual, entre otras crisis, son manifestaciones de una profunda crisis social y colectiva de estas sociedades avanzadas que no facilitan el logro de los deseos más profundos del ser humano: felicidad, paz, solidaridad, concordia, libertad. Porque en lo más hondo del corazón adolescente se esconde un profundo deseo de construir la propia dignidad de ser feliz con otros.

El compromiso de los docentes y de la escuela, pero también del resto de agentes sociales, debe ser, un compromiso inequívoco por los valores básicos que sustentan nuestra convivencia en paz y promueven sociedades verdaderamente democráticas. La educación para la prevención de la violencia debe ser un principio básico y es una finalidad irrenunciable de sistema escolar y del sistema social, así lo establece nuestro ordenamiento jurídico, desde la Constitución hasta la LOMCE. 

“En suma, creo que el individuo que ha de ser educado es un individuo social y que la sociedad es una unión orgánica de individuos. Si eliminamos del niño el factor social nos quedamos sólo con una abstracción; si eliminamos de la sociedad el factor individual nos quedamos sólo con una masa inerte y muerta.” (Dewey, Mi credo pedagógico, 1897)

La escuela representa la vida presente, la vida tan real y vital como la que vive en el hogar y en la sociedad en la que se desarrolla. Si en la escuela hay violencia, esa violencia representa la violencia que el adolescente vive en el hogar y en la sociedad. Si en la escuela hay abandono, ese abandono representa el abandono que vive en el hogar y en la sociedad. Porque "la escuela es, primariamente, una institución social".

“Gran parte de la educación actual fracasa porque olvida este principio fundamental de la escuela como una forma de vida en comunidad. Aquélla concibe a la escuela como un lugar donde se han de dar ciertas informaciones, donde se han de aprender ciertas lecciones o donde se han de formar ciertos hábitos. Todo esto se concibe como teniendo valor en un remoto futuro; el niño ha de hacer estas cosas por causa de otras que ha de hacer; así son una mera preparación. Como resultado, no llegan a ser parte de la experiencia vital del niño y no son verdaderamente educativas.” (Dewey, Mi credo pedagógico, 1897).

Afortunadamente, no estamos solos, pero para poder invertir en esta mirada profunda hacia los adolescentes, sus crisis y su incidencia en los centros educativos, los centros educativos necesitan recursos y todo el apoyo de la sociedad para poder realizar el trabajo educativo con total calidad. Haríamos bien como sociedades avanzadas, basadas en el capital humano, los avances de la tecnología, la biología y las comunicaciones, invertir adecuadamente y apoyar específicamente a los profesionales que tienen la misión de formar a una de los mejores y más rentables yacimientos para las sociedades del presente y del futuro: los adolescentes.

Referencias.

Dewey, J. (1897). Mi credo pedagógico. Buenos Aires: Losada.

Dewey, J. (1915). La escuela y el progreso social. Boletín de la Institución Libre de Enseñanza.

Fernández, A. (2018). Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado. Revista Organización y Gestión Educativa, 1.

Ferrer, S. (21 de Febrero de 2018). Adolescentes: el futuro de la especie es un misterio para la ciencia. La Ciencia es Noticia. SINC.

HealthyChildren.org. (2015). Etapas de la adolescencia. healthychildren.org en español.

Homs, M. I. (2001). Orígenes y evolución del concepto de la educación no formal. Revista Española de Pedagogía, 525-544.

Ramírez, C. E. (2004). Un instrumento de medición para estudiantes universitarios: defining issues test (DIT). Revista de pedagogía.

Sebarroja, J. C. (1996). La escuela entre la utopñia y la realidad. Diez temas de sociología de la educación. Barcelona: Octaedro.

Silver, K. (2018). ¿Adolescentes hasta los 24 años? Un artículo un artículo abre el debate de cuándo nos convertimos en verdaderamente adultos. BBC News.

UNICEF. (2012). Progreso para la Infancia: un informe sobre los adolescentes. UNICEF.

 

 

 

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