En la vida tenemos varios tipos de actividades diarias que ocupan nuestro tiempo y cada una tiene su importancia. Si organizamos el nuestro de forma correcta, tendremos posibilidades de atender todas ellas, desde las imprescindibles a las complementarias, pero priorizando adecuadamente, para no extendernos en lo superfluo o lo urgente, dejando con ello poco espacio a las cuestiones vitales.
La vida asociativa en las AMPAS puede verse de muchas formas y, en base a ello, le dedicaremos una mayor o menor parte de nuestro tiempo. Hay quien considera la actividad diaria de las AMPAS superflua y solo se aproxima a ellas cuando le interesa por razones económicas, como tener descuentos en las actividades. Otras personas lo hacen para asistir a las asambleas, ya que les interesa lo que allí se diga, aunque luego no den el paso a participar de una forma activa en la asociación. Un grupo sensiblemente menor se involucra en la gestión de la asociación, formando parte de sus juntas directivas. Y, finalmente, un número reducido da el paso para liderar la asociación al asumir cargos orgánicos y la representación institucional de la misma. Aunque a veces no lo parezca, todas estas personas son imprescindibles.
Cuando nos aproximamos a otra persona con la intención de que se involucre más en la asociación, podemos recibir respuestas que en ocasiones están argumentadas y otras veces solo tienen excusas detrás de ellas. Para convencerlas de que su participación será beneficiosa, debemos descubrir ante cuál de los dos escenarios estamos, de forma que podamos argumentar para hacer compatible sus necesidades con las de la asociación. En todo caso, siempre se debe agradecer la implicación que los demás decidan tener. Sólo agradeciendo lo que se da, en lugar de criticando lo que nos parece que falta, podremos ir ampliando paulatinamente la participación.
No debemos olvidar que una asociación necesita un mínimo de tres personas para poder iniciar y mantener su funcionamiento, por lo que no debemos esperar a tener un gran número de interesados en participar. Para empezar, es suficiente con cubrir los tres cargos orgánicos imprescindibles: presidencia, secretaría y tesorería. El resto de personas que se vayan incorporando serán vocales y podrán asumir todas las funciones que la asociación decida encomendarles, con la única salvedad de las reservadas específicamente a dichos cargos en los Estatutos. No obstante, solo funcionará bien un AMPA si logra generar un grupo humano unido, en el que las responsabilidades estén lo más participadas que sea posible. Además, las decisiones en grupo siempre reducen las posibilidades de errar.
Dos afirmaciones deben tomarse como ideas básicas sobre las que funcionar: todo lo que no está expresamente prohibido se puede hacer, y participar es tomar partido en algo de forma real.
Es habitual recibir informaciones verbales en las que se nos indica que alguna de las propuestas o peticiones que hace la asociación no son viables porque no está permitido. Sin embargo, no se trata de comprobar que está expresamente permitido lo que queremos hacer, sino al contrario. Quienes nos trasladan los obstáculos, deben demostrar que alguna norma lo impide expresamente. De lo contrario, nuestras actividades deberán integrarse en la vida del centro educativo porque eso es precisamente lo que mandata la legislación vigente. Hacer las comunicaciones de forma escrita favorecerá que las respuestas tengan el mismo formato y ambas partes tendrán que argumentar de forma fundada.
También es habitual confundir la asistencia con la participación. Si no tomamos partido real en la actividad, nuestra participación será incompleta o incluso inexistente. Uno de los escenarios en los que nuestra participación se ha convertido en casi una asistencia testimonial, es en los consejos escolares de los centros educativos. Recuperar, o más bien llegar a conseguir, un papel de participación plena, es vital para la buena marcha de la educación. No solo es un derecho constitucional, la participación también es una obligación y su ejercicio debe ser garantizado por las Administraciones públicas, llegando mucho más allá de simplemente permitir una presencia pasiva, situación que ahora se ha provocado con la legislación vigente.
La participación debe buscar la mejora constante.
Nuestra participación debe insertarse en un círculo de mejora constante, compuesto por cuatro fases: planificar lo que queremos hacer, ejecutarlo siguiendo las decisiones tomadas, verificar que todo funciona correctamente y actuar para corregir las posibles desviaciones o errores que se detecten. En la fase de planificación debemos ser informados realmente, consiguiendo con ello conocer suficientemente aquello que tratamos, lo que nos permitirá elaborar propuestas y exponerlas. La realización de la actividad planificada tendrá que incluir no solo nuestra posibilidad de promoverla, sino también nuestra implicación en la toma de decisiones, la ejecución de las mismas y su supervisión. Para verificar que todo funciona correctamente, tendremos que revisar lo que está sucediendo, analizarlo, evaluarlo e informar sobre lo que se haya observado. Finalmente, para actuar sobre las disfunciones que se detecten, deberemos poder actuar en la toma de decisiones sobre las mejoras necesarias, promoverlas y ejecutarlas. Para poder ejecutarlas, volveremos al inicio del círculo, debiendo formar parte de las actuaciones de planificación que sean necesarias.
Nuestras posibilidades de participación se amplían en la medida que abrimos nuestro ámbito de actuación. La puerta de entrada es el centro educativo, donde tenemos principalmente dos vías, el AMPA y el Consejo Escolar. Si nos relacionamos con otras asociaciones de nuestro entorno cercano, zona o municipio, nos encontraremos con espacios de participación como las coordinadoras de zona o las delegaciones de la federación en la que nuestra asociación esté integrada, las plataformas locales, las comisiones de escolarización y los consejos escolares locales. Si ampliamos la mirada, llegaremos al ámbito provincial o autonómico. Tanto en uno como en otro -en algunos territorios ello coincide si se trata de Comunidades Autónomas uniprovinciales-, nos encontraremos también plataformas en las que actuar, así como nuestras federaciones del ámbito territorial correspondiente, el consejo escolar autonómico, cada vez más las mesas de madres y padres como cauce de interlocución directa estable con los responsables de las Administraciones educativas, y las comisiones de educación de las Asambleas autonómicas. Al llegar al ámbito estatal, el esquema se repite, pudiendo participar en plataformas estatales, el Consejo Escolar del Estado, la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados y la confederación estatal de asociaciones de madres y padres del alumnado. Por supuesto, el espacio europeo y el mundial también tienen actividad en nuestro movimiento asociativo, si bien el nivel de actividad es muy limitado. Cualquier madre o padre puede llegar a participar en los espacios descritos, para ello solo será imprescindible aportar las dosis necesarias de capacidad, disponibilidad, formación y responsabilidad.
En nuestra actividad diaria en el AMPA debemos tener en cuenta que es imprescindible atender los objetivos estatutarios de la asociación, así como intentar poner en marcha todas las ideas que nos lleguen de las personas asociadas. No hay una idea mala sino una propuesta con un enfoque mejorable. No rechacemos ninguna, podemos avanzar mediante el debate de la propuesta y el consenso sobre la mejor forma de llevarla a buen puerto. Actuar de esa forma nos permitirá fomentar la participación en la asociación.
Los Estatutos deben estar al día pero deben ser solo una referencia para que las formas acordadas sean respetadas. En ellos se marcan los procedimientos básicos y los plazos a cumplir en las convocatorias de los órganos colegiados, así como su composición y competencias. Tratemos de descartar la idea de solucionar todos los problemas con los Estatutos en la mano y de modificarlos constantemente para ir corrigiendo las disfunciones diarias que nos vayamos encontrando. No se trata de tener documentos restrictivos sino guías básicas de funcionamiento. Los problemas no se solucionarán con el simple hecho de prohibirlos.
En cuanto a los fondos de la asociación y las vías de financiación, todas las posibilidades merecen ser exploradas y adoptadas siempre que no vulneren la legalidad vigente. Debemos tener en cuenta que no gestionamos nuestros recursos económicos individuales sino los colectivos, recaudados con el objetivo de buscar el bien común. Es importante estar bien asesorados y formados, para lo que nuestras federaciones y confederaciones pueden y deben ser ayudas inestimables.
Y, sobre todo, no debemos nunca dejar de participar. Los derechos se conquistan y se defienden ejerciéndolos. Si no lo hacemos, los convertimos en inútiles hasta llegar a permitir su pérdida. Tenemos la obligación de hacerlo no solo por el presente que vivimos, sino también por respeto a lo que otras personas consiguieron en el pasado y porque tenemos la obligación de dejar para el futuro un legado mejor del que en su día recibimos.