El Comercio Justo, que nos recuerda las movilizaciones de mujeres y pensionistas en demanda de igualdad y justicia social de género e intergeneracional, dirigida a la sociedad pero sobre todo a la clase política, no es sino uno de las muchas propuestas que persiguen acabar con la brecha entre enriquecidos y empobrecidos y poner límite a un modelo que favorece la desigualdad y el empobrecimiento.
En otro ámbito y con un carácter diferente pero complementario, allá por los años 60 surgió el comercio justo. Intentaba ser una respuesta articulada desde la sociedad civil europea a la demanda de un comercio internacional más equitativo que demandaba el entonces denominado Tercer Mundo (Sur), al ver cómo sus mercancías generaban ingentes beneficios en los países ricos sin aportarle desarrollo a su población: el Sur generaba una riqueza que no se quedaba en su población de origen sino que marchaba al Norte industrial.
El comercio justo pretende cambiar las reglas de juego del comercio internacional al poner en relación directa a productores con organizaciones de comercio justo del norte, evitando intermediarios y especuladores. En esta dinámica, se garantizan salarios justos a los productores, la igualdad entre mujeres y hombres, la ausencia de explotación laboral, tanto de adultos como de la infancia, el respeto al medio ambiente, la promoción del desarrollo comunitario bajo reglas de democracia real…, en general, un desarrollo social y ambiental sostenible y solidario.
Surgido en Holanda, en la actualidad está extendido por todo el planeta con fórmulas y modelos cada vez más diversos y complejos.
La comunidad educativa con el respaldo y colaboración de las Organizaciones No Gubernamentales o entidades de carácter social que se dedican a esta actividad ha sido uno de los sectores sociales más sensibles con el comercio justo y el consumo responsable.
Como actividad extraescolar, la organización de talleres dirigidos al alumnado, el establecimiento durante algunos días de puestos solidarios para conocer y acceder a estos productos, la proyección de videos, la realización de charlas y otras dinámicas de acercamiento han recorrido toda Europa y también, con algo de demora, nuestro país.
En el caso de nuestra región, este tipo de propuestas en el ámbito educativo cogió impulso con el nacimiento, a comienzos del año 2000, de la Red de Comercio Justo y Consumo Responsable de Castilla-La Mancha, aunque ya algunas de sus organizaciones venían realizando actividades de este tipo en todas las provincias.
El IES Estados del Duque se incorpora en 2013
En el caso de Malagón, desde el año 2013, el IES Estados del Duque se ha incorporado a esta iniciativa, habiéndose realizado, hasta la fecha, unas seis ediciones, en las que han participado alumnado, profesorado, equipo directivo y otro personal del Centro. Para ello, se ha contactado con entidades que trabajan el comercio justo en nuestra provincia de Ciudad Real, como es Jayma, Tienda de Comercio Justo de Tomelloso, y entidades que trabajan el comercio justo en su actividad económica social relacionada con el consumo responsable como Granja Libertad, de Daimiel, de huevos camperos.
En la práctica, durante dos o tres días, se ha instalado un puesto con productos de alimentación y de artesanía de comercio justo, atendido por alumnado y profesorado, donde se han podido conocer las realidades que se encuentran detrás de cada uno de ellos: quienes son los productores, de donde provienen, en qué condiciones trabajan, por qué están en este movimiento... Además, se da la circunstancia que una parte muy importante de la alimentación de comercio justo pertenece a la producción ecológica, con su sellado correspondiente, con lo cual también se produce un acercamiento a esta actividad más sostenible y respetuosa con el medio natural y social.
Se puede afirmar que este tipo de actuaciones ha tenido un impacto muy positivo en la comunidad educativa al acercar estas realidades a profesorado, alumnas y alumnos, provocando una reflexión sobre el consumo responsable o las condiciones en que se trabaja y sobrevive en determinas zonas del planeta, sobre el impacto social y ambiental de nuestro modelo consumista o, simplemente, investigando la realidad que hay detrás de productos tan cotidianos como el café o el chocolate que son originarios del Sur pero que forman parte de nuestra dieta diaria.
Habría que mejorar en la forma de involucrar a padres y madres, extender a nuestra compra diaria el consumo responsable, no solo de productos de comercio justo sino también de productos locales, ecológicos o cultivados bajo criterios tradicionales, el uso de productos procedentes de madera sostenible, la exigencia de criterios sociales y ambientales en la actividad de las empresas, o una apuesta decidida por parte de las administraciones a nivel local, provincial, regional y estatal incluyendo entre sus compras y servicios este tipo de bienes sociales o promoviendo entre las empresas las buenas prácticas propias de este movimiento solidario.