Irene González Romera, alumna de 1º de ESO del IES Virrey Morcillo de Villarrobledo, con su relato “Dalia”; y Alvaro Alberca Ortuno, alumno del Colegio Público Miguel de Cervantes de Villafranca de los Caballeros, con su cuento “Entre el cielo y el suelo” son los ganadores del I Concurso de Relatos que desde la revista Educar en Castilla-La Mancha se ha organizado con motivo de la celebración del Día del Libro.
Desde Educar queremos trasladar el agradecimiento por participar a todos los alumnos y alumnas que nos han hecho llegar sus relatos, así como a los centros educativos y familias que les han animado a adentrarse en el mundo de la lectura y la escritura como instrumentos imprescindibles para su formación como personas.
Reproducimos a continuación los dos relatos ganadores de esta I edición.
Dalia
Se llamaba Dalia y era mi mejor amiga.
Nos conocíamos desde muy pequeñas y nos llevábamos como hermanas. Tenía pelo castaño claro, ondulado y con mechas naturales medio rubias; los ojos eran una mezcla de gris, azul y verde. Era de estatura media y más o menos delgada. Siempre decía que quería tener en su casa un delfín o un zorro, que según ella eran los animales más listos y bonitos del mundo. Decía que de mayor sería escritora, más famosa que Cervantes. Siempre ayudaba a quien lo necesitaba y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ayudar a sus amigos, aunque no se lo merecieran. También le encantaba el atletismo y el patinaje. De pequeñas solíamos ir a ver las Casas Colgadas o al parque San Julián donde jugábamos y reíamos. Todos los domingos asistíamos a homilía en la Catedral de Santa María y San Julián.
A los 10 años le diagnosticaron una enfermedad muy rara, y los médicos dijeron que no sabían si sobreviviría. Yo iba a visitarla cada día al hospital Virgen de la Luz, en Cuenca, nuestra ciudad natal. Dalia empeoraba por momentos, aunque para no preocuparme decía que se encontraba mejor, pero yo sabía que me mentía porque no me quería hacer daño.
Perdí a mi mejor amiga la madrugada del 28 de septiembre de 2013.
Esa semana los médicos dijeron que había mejorado un poco, pero no lo parecía. Tosía mucho y le costaba respirar. El día de antes me quedé a dormir con ella y me desperté temprano para ver cómo iba. Recuerdo que me cogió la mano y me dijo que no pasaba nada, que siempre estaría conmigo.
Estuve una semana encerrada en mi cuarto, sin querer ver a nadie ni nada y solo salí de allí para ir al entierro. Apenas quería comer o beber, y si lo hacía era porque mi madre me obligaba. Con tan solo trece años había perdido a la persona más maravillosa del mundo, a la que nadie podría sustituir. La enterraron en el cementerio de Cuenca al día siguiente. Y solo dejaron asistir a muy contadas personas.
Han pasado ya siete años desde aquello y todavía tengo pesadillas por las noches, pero hay veces que sueño que ella sigue aquí, y que todo lo que ella quería se había cumplido como deseaba. Sueño que volvemos al parque, a las Casas Colgadas...
Cada sábado voy a visitarla. Suelo contarle todo lo que pasa por aquí, qué tal vamos sus amigos y familia, y le dejo una rosa nueva cada semana.
Aunque esa mañana perdí a la persona que desde pequeña más quería, ella sigue en mi interior y nadie logrará borrar nunca su recuerdo de mí.
Irene González Romera
1º de ESO. IES Virrey Morcillo. Villarrobledo
Entre el cielo y el suelo
Yo era muy pequeña cuando me caí de mi nido, tenía muy poquitas horas de vida.
En ese momento perdí la consciencia. Por suerte paseaba por allí una familia muy amable de humanos que me llevaron a un centro de recuperación para aves.
Me gustaría haberme quedado con aquella familia, pero no pudo ser. Ya en el centro, empezaron a curarme las heridas, el ala rota y a darme todo lo necesario para sobrevivir.
La vida allí era bastante tranquila aunque para mí era un poco triste. La mayoría de aves que llegaban, pasaban un tiempo, se curaban y se marchaban. Por desgracia yo nunca podría salir, porque jamás podría volar. Mi ala había quedado rota para siempre.
Así fueron pasando los años y fui conociendo a muchas otras aves que venían y se iban después de recuperarse. Hice buenas amistades con todo tipo de especies.
Un día, llegó al centro un nuevo individuo. Era un cigüeño al que llamaron Blas. Esta vez puse mayor empeño en conocer al recién llegado. Como es lógico, al saber que allí vivía alguien de su misma especie, él también se interesó por mí.
Pronto comenzamos a sentir una atracción especial el uno por el otro. Pasábamos largas tardes paseando y charlando de cómo había sido nuestra vida hasta ahora. Yo estaba impresionada escuchando las maravillosas experiencias que él había tenido en sus viajes y así, casi sin darnos cuenta, él se recuperó.
Había llegado la primavera y con ella el momento de buscar pareja para anidar. Yo sentía que la hora de la despedida se acercaba y Blas emprendió el vuelo. Me quedé muy triste, como si otra parte de mí se hubiera vuelto a romper para siempre. Y así permanecí durante toda la tarde, mirando hacia el horizonte por el que vi por última vez desaparecer a Blas completamente recuperado.
Al atardecer apareció una sombra a lo lejos. ¡No podía creerlo! Según se aproximaba veía más claro que aquella esbelta figura era Blas. Había regresado con la primera ramita en su pico para formar nuestro nido.
Cada rama que Blas traía al nido, venía acompañada de una bella historia que me contaba sobre los paisajes que él recorría. Fue así como sin salir del centro y sin poder volar, pude ver con los ojos de Blas, las extensas llanuras de cereal, grandes campos de olivos y viñedos de un verde intenso, los amplios y ricos humedales, las sierras, los nacimientos de grandiosos ríos y hasta castillos y molinos en los que hace tiempo se habían librado famosas batallas.
Con la misma ilusión con la que habíamos preparado nuestro nido, esperábamos ver el nacimiento de nuestros polluelos. Y así fue como llegó el día más feliz de nuestras vidas. Uno tras otro fueron rompiendo el cascarón.
Ahora ya existían en la tierra tres seres que llevarían por todo el mundo la bonita historia de la cigüeña del ala rota.
Alvaro Alberca Ortuno
5º de Primaria. Colegio Público Miguel de Cervantes. Villafranca de los Caballeros