Docente vocacional y comprometido, en todas sus responsabilidades
Jesús Romero Cobo, profesor de Pedagogía Terapéutica, tiene una intensa labor docente, de gestión y dinamización educativa que le ha llevado a desplegar múltiples funciones y responsabilidades. Ha sido director del CEIP “El Pilar” de Ciudad Real durante 10 cursos; director del CEIP “José María de La Fuente”, también de Ciudad Real, durante otros dos cursos; ha desempeñado el puesto de jefe de Departamento de Actividades Extraescolares en el IES “Maestro Juan de Ávila” de Ciudad Real y ha sido tutor de la etapa educativa de la ESO durante siete cursos.
“Pero hacer todo esto no fue tan fácil”, nos dice este profesor que en la actualidad imparte clases de Literatura y Lengua Castellana en el IES “Juan de Ávila”, y que pronto recuerda nostálgico la dificultad de los inicios, cuando empezó a estudiar magisterio y tenía que desplazarse haciendo autostop desde su localidad, Almagro, hasta la capital Manchega. “¡Aunque lo hacía con mucho gusto! Porque lo mío siempre fue vocacional con una especial predilección por los niños con necesidades educativas especiales”, aclara.
Por eso Jesús nos cuenta que pronto se especializó en Pedagogía Terapéutica a la que dedicó un largo periodo de tiempo para acabar cursando, finalmente, otra de sus pasiones, estudios de música. “Di clases durante diez años, un tiempo que me sirvió para comprobar la capacidad de este arte en la mejora de la comunicación con los alumnos”.
Para acabar, este especialista en Pedagogía Terapéutica, profesor de Literatura y músico, nos narra que, desde su punto de vista, “el premio es el reconocimiento al esfuerzo y a una carrera que se alarga en el tiempo dedicada a los alumnos y alumnas de los diferentes centros en los que he estado”.
Fernando y Juan Pablo, educar con ilusión en un entorno diferente
Fernando Guijarro Díaz
Fernando Guijarro Díaz, Compañero de Juan Pablo Culebras Cruz, otro de los premiados, es maestro del Centro Penitenciario de Cuenca desde hace 10 años, y ha sido reconocido por ser un referente en su trabajo, además de muy respetado y querido por los internos. Ha conseguido motivar y llevar a la obtención de títulos académicos a buena parte de su alumnado, en un modelo de docencia que requiere plantearse objetivos a largo plazo.
Al hilo de esto nos cuenta que cuando entró en el Centro lo hizo con “cautela”, pero pronto se enganchó al tipo de educación, a la labor social que representa y al alumnado. “A estos alumnos y alumnas siempre hay que darles una respuesta inmediata por la brevedad, en muchos casos, que representa su estancia en prisión, por eso yo siempre intento dejar sembrada la semilla de la curiosidad y el gusto por el estudio, para que continúen formándose una vez se reinserten en la sociedad”
Maestro y Enfermero de vocación, Fernando recuerda sus primeros años en la universidad. Entonces estudiaba magisterio y sin acabar la carrera aprobó una oposición de celador en el Ambulatorio de Tarancón. “Este era el camino hacia mi otra vocación, enfermería, pero nunca me formé en ella porque aprobé la oposición de maestro a la primera”.
La escuela rural, los centros de primaria, la escuela de adultos son sus siguientes destinos por la provincia de Cuenca hasta, finalmente, terminar en el Centro Penitenciario, un largo recorrido de trabajo y experiencias “en el que siempre fui, ante todo, un maestro”.
“Yo siempre seguiré haciendo lo mismo, que es enseñar”, nos dice, “recibo este premio incrédulo y contento, aunque habrá más gente que se lo merezca. Ahora, ¡yo también!”, termina bromeando entre carcajadas.
Juan Pablo Culebras Cruz
Juan Pablo Culebras Cruz, maestro del Centro Penitenciario de Cuenca, reconocido por ser un referente en su trabajo, además de muy respetado y querido, ha conseguido motivar a buena parte de su alumnado dándole lo que necesita: ánimo en los momentos difíciles y metas para sobrellevar, lo mejor posible, la estancia en prisión.
Compañero de Fernando Guijarro, otro premiado en esta categoría, y al que reconoce tener un gran afecto, cree que su capacidad natural para motivar al alumnado, según le dicen, puede venir de mucho antes de la universidad, cuando finalmente se decantó por la profesión de maestro en vez de la de psicólogo.
“Mis padres, maestros, me recomendaron seguir la línea profesional familiar, y que continuase, después, formándome una vez tuviese el título”.
Cuando terminó Magisterio estudió Filología Francesa en la Complutense, renunciando nuevamente a la psicología, algo que le llevó a dar clases en Francia poco antes de presentarse a una oposición de EGB de Instituciones Penitenciarias.
“La aprobé y me destinaron al Puerto de Santa María, una cárcel en la que fui víctima de un motín”. Hecho, éste, por cierto, que le hizo entender que su profesión y lugar eran los correspondientes, y que le empujaron, sin duda, a seguir trabajando en otros centros Penitenciarios hasta terminar en el de Cuenca.
En lo que se refiere al premio, nos cuenta que, aunque al principio, cuando el Consejero se lo comunicó pensó que se trataba de una broma, lo agradece de todo corazón y se lo dedica a todos sus compañeros y trabajadores de los Centros Penitenciarios de Castilla-La Mancha y de España. Y lo hace, termina explicando, porque quiere reconocer, entre otras cosas, la labor que se hace dentro, "un trabajo en el anonimato que ni yo sabía que existía poco antes de presentarme a la oposición”.
Buen conocedor de los retos y necesidades de la educación
José Antonio Martínez Verón merece también un galardón este año por haber sido un paradigma como trabajador de la educación en muy distintos ámbitos. En Guadalajara ha sido maestro, profesor de Educación Secundaria, inspector de educación e inspector jefe. En el desempeño de todas estas funciones, ha suscitado, de manera generalizada, respeto, profundo afecto y admiración entre los miembros de la comunidad educativa, que han destacado, siempre, su plena disposición y buen hacer.
Tras toda una vida dedicada a la educación y a poco más de un año de su jubilación, José Antonio Martínez Verón tiene muy claro que el profesorado se enfrenta en la actualidad al reto del perfeccionamiento, formarse convenientemente para favorecer un proceso de enseñanza-aprendizaje adaptado a la sociedad actual. “Los docentes tienen el derecho, pero también el deber de actualizarse, de recibir una formación adecuada para desempeñar mejor y con más garantías de éxito su labor”, dice. Pues en su opinión, en las últimas décadas mucho ha evolucionado en la educación, las infraestructuras, los medios…, “pero el profesorado es lo que menos ha cambiado y necesita evolucionar con formación”.
Y sí, algunas cosas han cambiado y mucho, pues recuerda perfectamente que en sus inicios como maestro, en un barrio de emigrantes andaluces en Lérida, en sus clases de 7º y 8º de EGB, había una ratio de 45 alumnos y alumnas. Tras años de maestro en distintos destinos de Aragón, en 1991 llego a Cifuentes para impartir clases en Secundaria, unos años después se incorporó al servicio de Inspección, sin duda una responsabilidad desde la que ha podido observar y valorar las necesidades del sistema educativo.