Desde el IESO 1 de Alovera hemos querido reflexionar de un modo especial sobre la violencia contra las mujeres, hemos querido dibujar y abrir “puertas violetas”.
La gravedad de la situación compromete a la escuela a una acción eficaz e intensa que permita cambiar el rumbo de las tendencias que nos hablan de un incremento de posiciones machistas entre nuestros jóvenes. Tenemos que "abrir las escuelas a la vida porque la vida llena nuestra escuela"
Para materializar nuestro compromiso diseñamos un proyecto interdisciplinar que partió de la propuesta de la presidenta de nuestro AMPA al sugerirnos la canción “La puerta violeta” de Rozalen.
Durante dos semanas el profesor de Música preparó la notación musical y la entonación coral de la pieza. Fueron días emocionantes de ensayos y sentimientos compartidos, porque ¡es tan potente cantar todos juntos! Twitteamos a Rozalen un agradecimiento por haber sido nuestra inspiración junto con alguno de nuestros ensayos y ella ¡nos mandó un video con un "besico"! desde su gira americana. Cuando el día 24 compartimos con nuestros alumnos y alumnas y sus familias ese mensaje cargado de afecto la emoción más intensa lo invadió todo.
Mientras, en el Ámbito Sociolingüístico nos acercamos al mecanismo creativo de las metáforas, comparaciones y metonimias que nos permitiría, siendo los alumnos y alumnas los protagonistas, llegar al sentido más profundo de la letra de la canción. Fue una apasionante aventura al alma del poema de Rozalen a través de los sentidos de nuestros chicos.
En Plástica se realizaron producciones artísticas con diferentes técnicas inspiradas en el significado profundo de la canción. Se pintaron puertas violetas, monstruos grises, nubes en las que volar, barcos y peces capaces de transportar hacia la libertad y prados verdes con flores y pájaros, muchas flores, que reflejaban la felicidad. Se descubrió que el símbolo y la metáfora se encuentran también en el lenguaje plástico. Creamos nuestra gran puerta violeta con materiales reciclados y decoramos con caligrafía artística las palabras que resumían los sentidos positivos que descubrimos agazapados en la canción: alegría, esperanza, amor, vida, libertad... y metimos todas esas palabras dentro de nuestra gran puerta violeta. Palabras que inspiraron el manifiesto colectivo que leímos familias, profesores y alumnos el día de nuestra celebración de la esperanza y del deseo de que la violencia contra las mujeres, de que toda violencia, se borre de nuestro mundo.
El profesor de Ciencias Naturales explicó la importancia de trasplantar adecuadamente cada variedad vegetal en su medio porque descubrimos que "un árbol no crece si no está en su lugar", trascendiendo así de la figuración literaria del texto al crear nuestro propio símbolo: nos convertiríamos en "sembradores de alegrías y pensamientos y acciones positivas". Y manos a la obra, el día 24 trasplantamos alegrías, pensamientos, mentas, aloe veras... en macetas más espaciosas con un mantillo adecuado que permitiría su crecimiento óptimo. Todo esto lo hicimos en un parque cercano a nuestro centro y allí, cantamos todos juntos, de la mano, nuevamente "La puerta violeta".
Además, la profesora de Valores y el de Religión trabajaron el tema en profundidad. Construyeron diversas situaciones de "violencia de género" (física y psíquica) para construir diferentes Role Plays que representaron los alumnos y que provocaron un análisis minucioso de lo que ocurría en cada caso y ahondaron en los sentimientos y emociones que se generaban. La dinámica fue un éxito.
Por fin, llegó el día 24, comenzamos viendo todos juntos un corto italiano en el que un grupo de niños manifiestan su negativa a golpear a una niña. Tras ello pusimos el video que nos había mandado Rozalen y, con el ánimo caldeado, cantamos juntos nuestra canción-himno, incorporando el lenguaje de signos en el estribillo y dimos las gracias -también en lenguaje de signos- a Rozalen y Beatriz (lo grabamos para enviárselo, seguro que les emocionará como ellas nos han emocionado a nosotros). Llegó el momento de leer el manifiesto: seis alumnos, una madre y una profesora se encargaron de ello. Después abrimos nuestra puerta violeta y ocho alumnos y cuatro madres situaron nuestras palabras-mantra en su interior. Había llegado el momento de salir al parque ("Un prado verde" como dice la canción) a trasplantar nuestras flores. Fue divertido y estuvo cargado de simbolismo. Allí, reunidos todos en un gran círculo, entrelazadas nuestras manos y miradas, cantamos nuestra última versión para que todos nos escucharan. Algo muy especial invadió ese momento: estábamos fraguando una comunidad comprometida con la resolución pacífica de conflictos, con el respeto a todos, con el apoyo total a todas las mujeres que sufren, a sus hijos, a todos los que las quieren.
Estamos seguros de que esta semilla indeleble del trato afectuoso, del respeto, del cariño ha quedado sembrada en el recuerdo de todos. Todos tenemos ya una puerta violeta abierta en nuestro corazón.