Escuelas Infantiles: Promotoras de experiencias positivas de vida

A las Escuelas Infantiles se les sigue otorgando -y siguen asumiendo- el rol de “guarderías”. Pero  es urgente que nos concienciemos – dentro y fuera- de que nuestra tarea no es la de “guardar”, pues en ellas estamos haciendo mucho más: la educación de los primeros años proyecta la construcción de un modelo de persona concreto y, por lo tanto, de un modelo de sociedad. No olvidemos que los niños y niñas que pasan por las Escuelas Infantiles están asentando las bases de sus proyectos de vida. Los profesionales que nos dedicamos a ello somos los principales responsables de transmitir al resto de la sociedad que lo que hacemos tiene unas repercusiones incalculables. 

Pero tampoco debemos olvidar que para entregarnos con fidelidad a esta labor, conviene que todas las escuelas nos sintamos llamadas a reflexionar, de manera permanente, nuestras opciones, sin miedo a que esta reflexión implique que se lleguen a tambalear algunas de las prácticas más arraigadas en nuestro día a día profesional.

Asumir que las experiencias que los niños integren en sus primeros años van a ser los pilares con los que construirán buena parte de sus vidas nos compromete a tomarnos muy en serio nuestro trabajo y, por ello, a estar muy atentas a los significados que hay detrás de cada decisión pedagógica y de cada paso que damos, teniendo una especial dedicación hacia aquellos aspectos que pueden parecer insignificantes y que, sin duda, no lo son. No podemos ignorar que cualquier rutina o costumbre promueve – o se opone- a la construcción de un modelo concreto de persona, como decíamos antes, cargado de valores y principios, razón por la que reflexionar sobre todas y cada una de las vivencias que planificamos en nuestras aulas.

Sabemos que no es fácil pararnos a buscar los significados de cada una de las experiencias que ocurren en la escuela –ello conlleva tiempo y compromiso-  pero, si queremos una educación infantil de calidad, no nos queda más remedio que enfrentarnos a ese reto con valentía y con la ilusión de que, lleguemos a dónde lleguemos, el recorrido va a suponer un avance importante. Y así es como queremos trabajar en nuestra escuela: lanzándonos interrogantes, investigando, fundamentando nuestra práctica, modificándola y diseñando estrategias para que las familias que nos confían a sus hijos e hijas vean en nuestro equipo el reflejo de una práctica educativa profesional.

Por un lado, sabiendo que la tradición asistencial condiciona todavía demasiado nuestro día a día, nosotras estamos educándonos la mirada para descubrir el potencial pedagógico que se esconde detrás de cada rutina básica de alimentación, higiene y descanso. Así, nos hemos ido haciendo conscientes de que la manera en que enfrentemos cada uno de estos momentos está cargada de valores y de mensajes educativos que forjan las actitudes con las que, más adelante, los niños y niñas escribirán sus vidas.

Hemos ido rompiendo con aspectos que estaban muy arraigados, como el mantenerlos sentados durante todo el tiempo que dura la hora de la comida, no permitirles abrir las puertas para pasar de una dependencia a otra o llevarlos casi de la mano al baño en el momento planificado, entre otras muchas cosas.  

Fomento de la individualidad

Poco a poco,  hemos ido dejando paso a otras prácticas donde la individualidad está siendo, sin duda, mucho más respetada: pueden salirse a jugar solos a la galería mientras los demás van terminando de comer, las puertas de las aulas se dejan abiertas permitiéndoles pasar de una a otra para participar de la actividad que les parezca más atractiva, y el aseo es una instancia más con todos los utensilios a mano para poderse utilizar de manera independiente, respondiendo a los ejemplos anteriores.

Estas pequeñas modificaciones pueden parecer simplezas, pero nosotras sabemos que implican una nueva manera de entender la educación del primer ciclo, donde el papel de la escuela infantil no es sólo ofrecer conocimientos, sino sobre todo promover experiencias positivas de vida.

Relacionado con lo anterior, tenemos que reconocer que nos cuesta desprendernos de la idea de que en la escuela infantil tenemos que asumir roles didácticos similares a los del segundo ciclo y que ello, en ocasiones, nos empuja a preparar trabajos variados para entrenar a los niños y niñas en habilidades que les van a ser exigidas más tarde. Pero, igualmente, vamos caminando hacia otras metodologías donde es el proceso, y no el resultado, el protagonista. Además, nos estamos entrenando en estrategias para documentar lo que pasa en la escuela y, así, irnos desprendiendo de la preocupación por justificar con algo tangible (fichas, murales, manualidades…) que nuestro alumnado también “trabaja”. Estamos disfrutando de los descubrimientos, las relaciones, las sorpresas, las historias de vida… sabiendo que nuestro disfrute es la mejor actitud para educar en el valor de lo pequeño.

Herramientas de oportunidades

Es precisamente esto último lo que queremos que sea la clave de nuestra opción educativa: hacernos conscientes de que todos y cada uno de los niños y niñas que pasan por nuestra escuela aguardan un enorme potencial para llevar a cabo proyectos de vida verdaderamente apasionantes. Tarea nuestra es la de ayudarles a cargar sus mochilas con las herramientas que les permitan reconocer las oportunidades, por pequeñas que sean, que encuentren en todos los caminos que se animen a recorrer, donde lo cotidiano y lo aparentemente insignificante será lo que les lleve a sentir la belleza de vivir.

Y repensando nuestras prácticas es cómo nos sorprendemos adquiriendo actitudes nuevas y generando estilos educativos que nos acercan aún más a los niños y niñas. Pero, sobre todo,  reafirmándonos en el valor pedagógico de nuestro ciclo.

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