Educando para la ciudadanía digital

Juan Carlos Palomino Quijorna, en la sede de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha (Toledo)

En los últimos años hemos sufrido una revolución tecnológica. Nos da la sensación de que los gadgets que utilizamos han estado ahí toda la vida: el smartphone, los smartwatchs, las tablets, los dispositivos de Realidad Virtual… pero solo hay que consultar las hemerotecas y ver que el iPhone es un invento reciente, concretamente se presentó el en año 2007. Eso parece la prehistoria, ¿verdad?

La tecnología es parte de nuestras vidas. Es muy difícil entender la vida hoy en día sin los dispositivos que usamos a diario. Gracias a que estos avances están al alcance de cualquiera, a su normalización en la sociedad  y a la interacción que se produce con ella, hablamos de ciudadanía digital.

La ciudadanía digital es una forma de entender la sociedad del presente  y del futuro. Dispone de un carácter transversal que se debería encontrar en las políticas educativas, administrativas y sociales. Las personas han de conocer y practicar las normas que conciernen al uso de la tecnología conociendo y evitando los problemas de uso, mal uso y abuso.

La sociedad ha sufrido un profundo cambio y parte de ese cambio ha venido producido por la irrupción de cierto tipo de tecnologías.

En el ámbito privado, el gran potencial de la tecnología y de las herramientas que ella nos proporciona, nos permite organizarnos, formarnos, informarnos, producir información y sistematizarla, gestionar, comprar... En el ámbito público, nos facilita la comunicación, la participación activa y democrática, la interacción, la producción y difusión de contenidos, la comunicación de nuestro pensamiento... la socialización, etc.

Jordi Adell (2014) señala que la ciudadanía digital “trata de educar para ser ciudadanos, críticos, libres e integrados en el mundo real y el digital”. Pero, ¿realmente estamos ejerciendo una adecuada ciudadanía digital?

Tomando como referencia a la UNESCO, para ejercer una buena ciudadanía digital hay que reunir una serie de condiciones: ser competentes para usar tecnologías de la información; buscar, analizar y evaluar la información; solucionar problemas y tomar decisiones; ser usuarios creativos y eficaces con herramientas de productividad y ser ciudadanos informados, responsables y capaces de contribuir a la sociedad.

Si hace unos años tener un PC en casa solo estaba al alcance de muy poca gente, hoy en día el uso de la tecnología se ha democratizado. Me atrevería a decir que el máximo culpable ha sido el Smartphone, una herramienta que ha puesto Internet en la palma de nuestras manos y que ha cambiado profundamente la forma de relacionarnos con el mundo y con las personas.

La ciudadanía en general aún está muy lejos de ejercer ciudadanía digital de forma activa y consecuente. No por el simple hecho de tener un móvil nos convierte en ciudadanos y ciudadanas digitales.

Aunque suene a broma, también ha modificado nuestra postura corporal. Hoy en día es más difícil encontrarse a una persona andando por la calle y mirando al frente que con el cuello inclinado y la vista atenta a todo lo que pasa en su móvil. Por eso hoy más que nunca es necesario una “desrrutinización” del uso de los dispositivos y promover un cambio de hábitos que prevengan las adicciones que están empezando a surgir debido al abuso y mal uso de la tecnología. Tanto entidades públicas como privadas se están percatando de esta problemática y están poniendo encima de la mesa algunas iniciativas para mitigarlo, como por ejemplo el programa “Levanta la cabezas”.

Según esto, vemos que la ciudadanía en general aún está muy lejos de ejercer ciudadanía digital de forma activa y consecuente. No por el simple hecho de tener un móvil nos convierte en ciudadanos y ciudadanas digitales.

Superado ya el concepto que Prensky dio en llamar “nativos digitales”, hoy en día estamos rodeados de  “huérfanos digitales”, (Pedró, 2017). Se refiere a las personas que tienen acceso a la tecnología, que dominan unas determinadas aplicaciones (aquellas que son importantes para su vida cotidiana) pero que, sin embargo, están absolutamente perdidos en términos de transformarse en verdaderos ciudadanos digitales.

Este concepto es mucho más potente en el contexto educativo porque nos recuerda, a familias y docentes, la responsabilidad de acompañar a la juventud en el descubrimiento, no solo de los riesgos, sino también las oportunidades de trabajo serio y de contribución a la sociedad. Si nadie les explica que hay otra forma de usar bien la tecnología, nunca lo aprenderán.

OCDE 2019 employement outlook.

¿Qué papel tiene que desempeñar la escuela en la formación de la ciudadanía digital?

Dice Antonio Rodríguez de las Heras (2015), que los artesanos desaparecieron con la Revolución Industrial, pero ahora han vuelto de nuevo. La diferencia es que estos artesanos han cambiado sus herramientas tradicionales por impresoras 3D, gafas de Realidad Virtual, dispositivos táctiles, robots….

Así pues, nos tenemos que hacer una pregunta: ¿Con qué herramientas contamos para formar y educar a la ciudadanía digital? Es evidente que hay que trabajar desde todos los ámbitos: las administraciones educativas, los Ayuntamientos, la formación de adultos, pero sobre todo desde la escuela, como señala José Luis Castaño (2019).Por otro lado, según “The future of the work. OCDE employment Outlook 2019”, 6 de cada 10 adultos no cuentan con las habilidades digitales tan necesarias para los nuevos trabajos. ¿Puede la sociedad permitirse el lujo de no prepararse para lo que depara el futuro?

El sistema educativo actual tiene entre sus fines la preparación para el ejercicio de la ciudadanía y para la participación activa en la vida económica, social y cultural, con actitud crítica y responsable y con capacidad de adaptación a las situaciones cambiantes de la sociedad del conocimiento. Como docentes tenemos que tener esto muy presente, pero también hay que tener en cuenta que la educación no es un monopolio de los centros educativos. Familia, instituciones, administraciones y la sociedad en general han de realizar un esfuerzo compartido en llevar a acabo esta acción, ya que, como señala Ángel Gabilondo (2013), “la educación es una tarea colectiva.”

Aceptando que la educación es una de las herramientas preferentes de transformación social, hay que tener en cuenta que las nuevas necesidades educativas generadas por la sociedad de la información, los nuevos escenarios de conocimiento y la introducción de las tecnologías en la acción educativa, requieren una respuesta diferente e innovadora por parte del colectivo docente y de los equipos directivos de las entidades e instituciones.

Nuestra sociedad se encuentra en un proceso de cambio continuo con un futuro dominado por la incertidumbre en donde el 60% de los mejores trabajos de los próximos 10 años no han sido aún inventados

La escuela no debe limitarse a transmitir contenidos, sino que tiene que conseguir que el alumnado desarrolle las competencias que precisan para su realización y desarrollo personal, así como para el ejercicio de una ciudadanía activa y la inclusión social.

Tomando como referencia la actual normativa educativa, hay competencias esenciales que el alumnado ha de desarrollar para convertirse en verdaderos ciudadanos digitales. Con esto me refiero a la competencia digital y aprender a aprender. 

La primera pretende que los educandos aprendan los riesgos y derechos que nos podemos encontrar en el uso de la red, la búsqueda y manejo de fuentes de información veraz, el uso de recursos tecnológicos, la creación de contenidos, la curiosidad y motivación en la mejora del aprendizaje, un uso ético, y sobre todo desarrollar una actitud crítica ante la tecnología.

En cuanto a la competencia “aprender a aprender” hay que tener presente que nuestra sociedad se encuentra en un proceso de cambio continuo con un futuro dominado por la incertidumbre en donde “El 60% de los mejores trabajos de los próximos 10 años no han sido aún inventados”, tal y como señala Thomas Frey, director ejecutivo del DaVinci Institute, uno de los “futuristas” preferidos por Google y autor de Communicating with the Future (Da Vinci Institute).

¿Alguien podría imaginarse hace unos años que una de las profesiones del futuro será la de arquitecto e ingeniero 3D?

Toffler (1973), tomando la idea de Gerjuoy, apunta que "los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender."

Abuso del uso de los dispositivos móviles.

Los educadores deberíamos hacernos algunas preguntas: ¿Queremos una ciudadanía que tenga continuamente pegada la nariz al móvil y que lo único que sepa hacer es visitar redes sociales (con mejor o peor uso) o jugar a Candy Crush? ¿O queremos que nuestros estudiantes (y futuros ciudadanos) desarrollen unas buenas capacidades comunicativas, capaces de resolver problemas y con habilidades para trabajar de forma cooperativa? ¿Y si además desarrollan unas buenas competencias digitales, sociales y cívicas que les permitan sacar el máximo partido a los dispositivos digitales rompiendo el yugo al que nos tienen sometidos?

Por último, sabemos que las y los docentes son agentes de cambio y que los niños y las niñas no son seres pasivos, sino todo lo contrario, y además, en constante evolución, lo que les hace ser sujetos cambiantes de la propia educación que se persigue.

Bibliografía

Entrada previa
CEIP Juan Aguado: Innovación educativa en un entorno rural
Entrada siguiente
Callejero interactivo de la Manchuela Albacetense