Las salidas al exterior para realizar actividades de aprendizaje son siempre una oportunidad para la mejora de la convivencia y para la construcción de aprendizajes significativos. En la actual situación decidimos localizar el bosque más próximo a nuestro centro que, con un coste mínimo de transporte, permitiera desarrollar un menú variado de retos educativos. El bosque de Valdenazar en la localidad de Yebes, a unos 18 Km del centro fue el elegido por su riqueza medioambiental y las características de la ruta que ofrece. El profesorado se puso manos a la obra generando actividades de alto interés pedagógico. Las competencias básicas fueron protagonistas de estas propuestas y múltiples estándares de aprendizaje se desarrollaron en una mañana. Participaron todos los grupos del centro, catorce grupos en total, de 1º a 4º de la ESO. La motivación del alumnado está garantizada siempre que el mundo se convierte en aula. Incluso aquellos más desmotivados se sienten totalmente atraídos por lo que ocurrirá en el exterior.
En Biología se propuso un paseo medioambiental que se centró en la Flora y en cómo los cinco sentidos pueden apreciar el entorno. Con una metodología basada en el descubrimiento se incitó al alumnado a que se hiciera preguntas sobre lo que veía a su alrededor. De ahí surgieron las múltiples explicaciones que la profesora ofreció a cerca de la tipología vegetal, desde las plantas con flor a las que no la producen. Acercarse así a los conceptos de briofitas, pteridofitas, gimnospermas o angiospermas fue fácil. Tras este acercamiento botánico surgieron preguntas que nos permitieron distinguir encinas (Quercus ilex) de quejigos (Quercus faginea) o descubrir qué es una agalla. Se pudo dar un paso más hablando de desarrollo sostenible y de respeto hacia la naturaleza ya que algún residuo plástico encontrado en el bosque nos permitió una auténtica reflexión medioambiental y la generación de una conciencia llevada a la acción –todos recogimos basuras para depositarlas en los contenedores correspondientes-. También pudimos hacer equilibrio en la Slackline comentando la implicación de la anatomía y fisiología del cuerpo humano en ello.
Educación Física encontró el lugar propicio para un senderismo recordando la técnica de una buena pisada, los consejos para caminar en terrenos inestables y las claves para una buena orientación; todo ello se completó con una serie de juegos cooperativos que no sólo incidieron en la condición física sino que también fomentaron la buena convivencia y permitieron materializar algunos principios físicos y químicos. Y, por supuesto, una profunda reflexión sobre el respeto hacia el medio ambiente y el desarrollo de actividades en la naturaleza siempre de forma sostenible y cuidadosa.
En Geografía pudimos trabajar los climas y paisajes de la Meseta y cómo la altitud y la latitud inciden en el clima. Repasamos latitud y longitud situando distintos puntos del bosque con sus coordenadas y ahondamos en las características propias de los bosques continentales. En Historia recordamos la vinculación con la Naturaleza de todos los pueblos primitivos y nos centramos en el mundo celta y su panteísmo muy vinculado a los bosques y al árbol como objeto de culto. Esto permitió que planteáramos una sencilla búsqueda de tarjetas que contenían la relación establecida por los celtas entre el día de nacimientos y diversos árboles que se convertirían en protectores del ser humano. Cada tarjeta incluía la referencia a la fecha de nacimiento, el árbol protector y las características del nacido bajo ese signo arbóreo. Dos representantes de cada grupo fueron los encargados de atesorar las fichas y leer al final a cada compañero/a lo que su árbol tenía que decirle. Cada participante pudo guardar con mimo su tarjeta como auténtico amuleto protector. Todo esto nos sirvió posteriormente para repasar el método científico y enfrentarlo a la superstición propia del pensamiento mágico precientífico.
Una de las áreas del bosque más mágicas es una estrecha vaguada llena de musgos, helechos y una masa arbórea de quejigos abrigados por líquenes y con parte de sus raíces sobre un terreno pleno de hojarasca, musgos y agallas. Allí, en el silencio del bosque sólo roto por el canto del carbonero, el estornino o la curruca, todos buscamos un lugar para sentarnos e inspirarnos para escribir nuestro haiku que luego, en Plástica, ilustraríamos con diversas técnicas. Esto último nos invitó a hacer una reflexión sobre los colores y su asociación a estados de ánimo. El repaso del cómputo silábico y las peculiaridades del lenguaje poético se recordaban construyendo un texto lírico.
También hubo momento para el francés y el inglés. El vocabulario del campo semántico del bosque quedó repasado en ambas lenguas, asociando cada término a una imagen lo que garantiza una mayor pervivencia en la memoria. El trabajo con los poemas “Il était une feuille” de Desnos y “Autumn time” de Brenda Williams permitió también un hermoso ejercicio de introspección.
En Tecnología se planteó un ejercicio de realidad aumentada que permitió “jugar” con distintos animales fantásticos escondidos en las brumas del bosque.
Pocas veces hemos rentabilizado tanto el tiempo educativo, además el entorno natural nos hizo conectar con el medio ambiente y reflexionar sobre la importancia de respetarlo y cuidarlo entre todos ya que nos va la vida en ello.