Cuando llega mayo, el calor y las fechas de entregas y exámenes encadenadas se surten de los escasos niveles de combustible que nos queda para el final de curso. Todo ello, aunque podría tener sonido literario, es una realidad, la realidad de una suma de factores que no podemos olvidar como docentes. Nuestros alumnos y alumnas se ven avasallados por el cansancio de todo el curso, las fechas de entrega y del nerviosismo de unos exámenes que dictarán su éxito y servirán de recompensa o reflexión a sus esfuerzos. Para apaliar esos efectos desmotivadores y que dificultan la concentración y pérdida de objetivos tenemos las vacaciones, alimento que nos garantiza romper las rutinas y alcanzar la motivación necesaria para aumenta el rendimiento estudiantil y profesional en el curso siguiente.
Karl L. Alexander*, sociólogo durante 42 años en la universidad Johns Hopkins, estudió por qué unos alumnos tenían mejores resultados que otros y cómo esto les afecta a sus vidas en el futuro valorando relacionándolo con la estratificación social. Este estudio se llevó a cabo con una muestra de 790 alumnos de distintos colegios de Baltimore (EEUU) desde que comenzaron sus estudios hasta que cumplieron 22 años. El estudio concluyó que los alumnos que tienen resultados académicos más positivos y recuerdan mejor no son aquellos que durante el periodo de vacaciones han realizado actividades pasivas, sino aquellos que habían realizado actividades deportivas, de música o de arte.
¿Estudiar o no estudiar en vacaciones?.
Tanto si han conseguido los objetivos como si no, todos necesitamos un tiempo de desconexión. Negárselo a aquellos alumnos y alumnas que tengan una asignatura o destreza pendiente de superar sería un castigo, tema que abordaría otro artículo al completo. Tan relevante es el descanso que no podemos olvidar los múltiples beneficios que tiene en la salud, pues previene el estrés y otras patologías, además de aumentar la productividad al año siguiente y proporcionar a los estudiantes y docentes una mayor participación familiar, lo cual está íntimamente relacionado con el éxito académico en los niños.
Sin embargo, tal y como revelan los estudios de Karl L. Alexander, entre otros, conocer e investigar también deja una marcada impronta y hace que el aprendizaje sea significativo y actualizado.
Es por ello que equiparo el estudio al deporte, en el que los duros entrenamientos se intercalan con descansos activos. Hablamos por tanto de un ocio activo que resulte beneficioso o productivo. Así, podemos aprovechar para incentivar una lectura interesante, realizar un viaje cultural, ver películas, asistir al teatro, musicales, hacer deporte, etc. Como profesora de idiomas, el mejor instrumento para enriquecer las distintas destrezas y a la persona es realizar todas estas y tantas otras actividades en el idioma en el que deseemos alcanzar una mayor competencia. Toda esta estimulación fomentará un mayor rendimiento del periodo de estudio.
En conclusión, las rutinas nos aportan muchos beneficios pero las vacaciones son para romper con ellas y es el momento más apropiado para conectarse con otros aspectos relevantes para nuestro desarrollo emocional y cognitivo, con nuestras familias y tener mayor exposición a recursos y actividades recreativas que nos estimulen y hagan de nosotros estudiantes y profesores productivos y motivados.
Felices vacaciones