Cara A y B de Internet: claves para familias y educadores

Desde el momento en que llegó Internet a nuestras vidas hemos sido testigos de sus grandísimos beneficios: nos acerca a las personas sea cual sea su cultura, nacionalidad, hora del día y distancia que nos separe; nos ha permitido seguir con nuestros trabajos y educación a pesar de estar sufriendo una grave pandemia mundial, nos facilita el amparo en momentos de soledad y nos permite aprender a nuestro ritmo y necesidades.

Pero no todo en Internet es positivo, existe un submundo de riesgos y peligros reales para cualquier persona, ¡incluso para aquellas personas expertas en Internet!, aunque es en la infancia y en la adolescencia donde se presenta un mayor riesgo de sufrir acoso o maltrato a través de Internet, e incluso se puede llegar a crear una dependencia o “adicción” a este medio. Pero ¿por qué sucede esto?

En este artículo hablaremos de Internet como tecnología que involucra a muchas otras como es el móvil, las redes sociales, los espacios de juegos online, etc.

¿De dónde viene la adicción y/o abuso de Internet?

Se conoce como “adicción” o abuso de Internet al trastorno ocasionado por la dependencia de una persona a estar siempre online (Ballesteros & Megías, 2015; Puerta-Cortés, Carbonell & Chamarro, 2012). Actualmente no está reconocido como adicción por el DSM-V, aunque existen líneas de pensamiento científico que consideran que debería, ya que recientemente ha sido aceptada como tal la adicción a los videojuegos o juego online, con la que la adicción a Internet comparte amplias características. Existe otra línea de pensamiento que cada vez cobra menos fuerza debido a que se sustenta en que la “adicción” a Internet solo es ese periodo de fascinación que nos presenta las cosas nuevas y una vez superado se normaliza.

Se considera un trastorno ligado a la “adicción” sin sustancia, esto es, una adicción comportamental. El enganche a Internet y al móvil no es banal. Recientemente, el documental de Netflix titulado El dilema de las redes sociales nos desveló algo que ya nos temíamos: las empresas que están detrás de los servicios de Internet crean los espacios online (redes sociales, webs de consumo, etc.) bajo un minucioso estudio de comportamiento humano para lograr el máximo enganche posible. La moneda en Internet no es el Euro, sino el tiempo. Cuanto más tiempo estas empresas consigan tenernos online más dinero ganan en publicidad y venta de datos.

De hecho, curiosamente, el tiempo es una de las tres principales variables que están consideradas de alto riesgo para desarrollar una adicción o abuso a Internet (Tsitsika et al., 2013; Rial, A., Gómez, P., & Golpe, S., 2015): tiempo de conexión, patologías emocionales previas, e impacto en la vida.

El causante es la dopamina, una sustancia que nos mantiene en constante búsqueda de nuevas experiencias, siendo Internet fuente inagotable de las mismas. Cuando vivimos nuevas experiencias atractivas se libera la dopamina en el cerebro y, cada vez, quiere más. Entonces, el cerebro comienza a adaptarse a esas oleadas de dopamina y necesita consumir más. Es ahí donde se genera una conducta dependiente y así comienza el círculo de la adicción.

¿Dónde está el problema?

Los centros educativos que prohíben el uso de Internet a través de dispositivos como los móviles están cometiendo un grave error (Real Decreto-ley 1105/2014, 2015, p. 188). Existe la figura de los náufragos digitales (Dreig, 2010), personas (sobre todo infantes y adolescentes) que no reciben ninguna educación acerca de cómo enfrentar el uso de Internet y el móvil. Esta negligencia educativa no solo es cometida por el centro escolar si no también, en muchos casos, por las familias.

  1. Centro educativo: prefiere prohibir por falta de conocimiento legislativo. En cuanto a ciber acoso y malas conductas en Internet, carece de un plan de digitalización consciente. Le falta formación para saber cómo educar en este tema, no entiende al alumnado debido a que el profesorado y dirección son de una generación digital diferente al alumnado.
  2. Familias: los intereses hacia el uso de Internet son diferentes y, por ello, no se comparten en familia. Esto genera una brecha generacional que, sin la comunicación suficiente, se convierte en una brecha de comprensión.

¿Dónde está la clave del éxito?

La llegada de Internet cambió la cultura del mundo y aceleró muchos procesos sociales que han creado una brecha generacional. Es importante conocer la historia de las diferentes generaciones digitales y así como conocer las características de la generación a la que pertenece el menor o la menor.

La comprensión es la clave del éxito. Para lograrla, tanto familiares como profesionales de la educación deben: favorecer un entorno seguro en el que nadie juzgue, pues propicia la comunicación; conocer Internet y ser usuario activo del mismo; y comprensión de la situación que la otra persona está viviendo, es decir, ponerse en su lugar.

Gracias a ello, podremos crear la estrategia más acertada para afrontar los posibles peligros de Internet, así como educar al menor o a la menor en el buen uso de Internet.

Para lograrlo, tanto familiares como docentes deben ser usuarios de Internet en su totalidad y deben estar al tanto de los intereses de sus hijos e hijas estudiantes, tomándose el tiempo de conocer su red de contactos y espacios de Internet que transita. Las palabras influencer, hater, staklear, reel y feed no deberían ser desconocidas para alguien que pretenda educar.

Las familias y profesionales de la educación deben hacer una introspección y reflexionar acerca de si realmente están haciendo un buen uso de Internet. Recordemos que infantes y adolescentes aprenden por imitación y normalizan aquello que ven en su entorno y su comportamiento en Red tiene riesgos penales (Prats et al., 2018).

Además, se recomienda crear una normativa conjunta tanto en el aula como en el hogar, donde las reglas se pongan de manera democrática y no dictatorial. Algunos consejos:

Infografía

 

A modo de conclusión, recordar a los padres, madres y profesionales de la educación que la clave está en educar, no en prohibir. Por ello, deben llevar a cabo este trabajo en comunidad (Hudson et al., 2020) para lograr que nuestros y nuestras menores realicen un uso adecuado de Internet y sean adultos conscientes y responsables con la tecnología. Es preferible establecer una relación de confianza con el menor o la menor ya que será el mejor control parental que jamás podrá tener.

 

Bibliografía

 

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