El papel de la escuela infantil en la educación familiar

La importancia que se ha dado a la Educación Infantil en nuestro país viene del hecho de que la primera infancia constituye la etapa fundamental para el desarrollo de los niños.

Desde los inicios de esta educación se ha considerado a las escuelas infantiles como espacios de corrección de desigualdades sociales y también educativas. En Castilla-La Mancha, los antiguos Centros de Atención a la Infancia, provenientes de Bienestar Social, y anteriormente las guarderías laborales, que florecieron desde la iniciativa social, han tratado siempre de incidir en la prevención de estas desigualdades, independientemente del modelo asistencial o educativo, ya superados (1).

Hoy en día, una de las mayores desigualdades es la diferencia entre una buena educación y una no tan buena, o incluso mala educación familiar (2). Si bien es cierto, que podríamos discutir matices sobre qué es una buena educación, sí podemos definir algunas características que tienen unanimidad en la sociedad, como unos buenos hábitos de alimentación, higiene, actividad y descanso, una buena comunicación y relación con otras personas de su edad, un autocontrol derivado de los límites impuestos externamente y un equilibrio emocional, que a esta edad se puede ver en confianza ante situaciones desconocidas, alegría y capacidad de experimentación.

¿Ante estas desigualdades qué puede hacer la Escuela Infantil? Vivimos en una sociedad cada vez más individualista y ajetreada, sin tiempo para lo importante (sorprende que sea noticia que un famoso jugador de baloncesto diga que “tener hijos es lo mejor del mundo. Créeme, ni títulos ni nada más”). Pero la escuela infantil debe tener una misión, un cometido para lo importante, los niños y sus familias; debe ser un lugar de acogida, de integración, un lugar educativo y, a la vez, transmisor de buena educación.

Para muchas familias, la escuela infantil es el primer momento de interacción familiar con el hijo, el primer espacio para expresar las dificultades, para contar lo que todos los padres pasan en relación con sus hijos alguna vez. La dirección del centro, los educadores, el personal de cocina y de limpieza, o el resto de padres, toda la escuela se convierte en expertos para los padres, en referentes educativos, por tratarse de personas que habitualmente trabajan o tratan con niños como los suyos.

Por este motivo, la respuesta de la escuela debe ser una cuidadosa planificación de la acogida, del encuentro, del acompañamiento y del asesoramiento.

La acogida es el recibimiento diario del niño y de su familia, y esta acción se posiciona como la primera y la que define la relación con la familia. Ésta, si está planificada, no puede hacerse con prisa, con tensión, sin contenido. El encuentro es un acto de escucha, es una necesidad atendida, una palabra de tranquilidad o de esperanza. Acompañar es una entrega generosa de tiempo y de cualidades, un caminar comprometido a través del desarrollo del niño, a través de la educación que se le está transmitiendo. Y el asesoramiento es un apoyo desde la circunstancia concreta, desde el conocimiento previo, que permite, después de la reflexión, una transmisión de saber, que dota a los padres de mayor confianza para educar, de estrategias para resolver dificultades o atender situaciones cotidianas.

Trasladar algunos principios básicos de la educación, como el amor y el diálogo entre los padres, el amor y respeto al niño como persona, la libertad de movimiento, el valor de alcanzar la autonomía, la necesidad de normas y límites claros, será la base de un desarrollo equilibrado. El lenguaje claro, directo, comprensivo, ejemplificador, debe ser el eje que haga al mensaje creíble y transformador.

Y para hacer esto en la escuela, es necesario la formación de los educadores, el estudio, la reflexión, el liderazgo, pero también espacios y tiempos para que la familia pueda expresar con confianza sus dificultades y problemas.

Las escuelas infantiles deben cuidar las tutorías, los medios de relación diarios con cada familia: ya sea a través de una libreta, del correo electrónico, del WhatsApp…, deben permitir espacios para el encuentro de las familias (3), deben fomentar las escuelas de familias profesionalizadas, y todo ello, para lograr que los padres adquieran seguridad en sí mismos para educar a sus hijos.

Bibliografía 

(1) GÚTIEZ CUEVAS, P. “La educación infantil: modelos de atención a la infancia”, Revista Complutense de Educación, Madrid, vol. 6, n. 1 (1995), Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense de Madrid.

(2) LURI, G. Mejor educados, Barcelona, Editorial Ariel, 2014.

(3) Un ejemplo reciente son los Espacios Familiares del Ayuntamiento de Barcelona 

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